Desde la espiritualidad y cosmovisión, el pueblo mapuche percibe la realidad a partir de la existencia de un principio fundamental que rige el origen de todas las cosas, el creador de la gente o Elchen. De acuerdo con Ceballos et al. (2012), esta relación se sustenta en un modelo filosófico sobre el origen del pueblo mapuche, en que una misma energía o Newen crea al Chen (hombre-mujer) y al Mapu (lugar donde habita el chen). Por ello, todos están conectados espiritual y materialmente, constituyendo parte de un mismo origen. Desde esta premisa, se establece una relación de reciprocidad con todos los elementos que conforman la naturaleza, ya que existe una visión ecosistémica donde el mapuche, por definición, se considera “gente de la tierra”.

Esto no solo bajo la perspectiva de un plano terrenal, sino que también bajo una dimensión abstracta en la que se interconecta con los árboles, animales, aguas, piedras e inclusive seres espirituales. Bajo esta racionalidad, el mapuche es un elemento más que conforma parte de un todo, ya que la tierra es una unidad con todos sus bienes y riquezas (aire, suelo, agua y subsuelo). En la cosmovisión mapuche no existe el concepto de división del suelo y el subsuelo, ya que las aguas, las plantas, los animales y sus productos, son parte del territorio mapuche (Sánchez, 2011). Como una forma de explicarse el universo o cosmos, los mapuches han identificado una serie de espacios cósmico-culturales que dan sentido a la convivencia del hombre-mujer con la naturaleza, los ancestros o antepasados, y los espíritus que pueblan estos espacios (Ceballos et al., 2012). Así mismo, en la cultura mapuche no existe una clasificación dualista, o una línea divisoria clara entre lo natural y lo social, sino más bien un continuo.

Su relación con el entorno está determinada por el convencimiento de que todo se relaciona con todo a través de una compleja red de relaciones, y que puede expresarse en la forma de que, si una persona modifica una parte del entorno, termina modificándose a sí misma. Esto ayuda a explicar el respeto que los integrantes de las comunidades señalan respecto de diversos sitios de su entorno, los que tienen una historia, un relato asociado al lugar, una simbología, un conocimiento que se transmite de una generación a otra, y que está en la memoria colectiva con mucha fuerza.

Por otra parte, su relación con la tierra se centra en la idea de la preservación de los recursos naturales, particularmente el agua, con el propósito de asegurar la permanencia en el espacio del lugar de origen propio o tuwun. Esto es, los valores medioambientales se comprenden mejor en relación con el lugar propio o de origen, más que en lo medioambiental como un dominio universal. En este contexto, el agua emerge como la expresión más poderosa para conseguir el bienestar del tuwun y de la comunidad, un punto contiguo también a las ideas acerca del equilibrio y el cuerpo.

Bajo este concepto, el agua es considerada como una de las dimensiones ineludibles en la constitución de los paisajes y en la existencia social de los grupos que lo habitan. Es un elemento que gravita decisivamente en la existencia social de cualquier grupo humano, tanto en la dimensión material como inmaterial, y en torno suyo se definen las modalidades para su acceso, distribución y disposición, y sus significativos valores (Skewes et al., 2012). Así, el agua es un elemento esencial para las diversas sociedades y culturas humanas del planeta, de manera que la relación entre la cultura mapuche y el agua se funda en una relación de profundo respeto y sacralidad.

Dentro de la cultura mapuche existe una serie de ecosistemas asociados al agua, los que, a su vez, configuran sitios de significación cultural con características espirituales y medicinales muy importantes. A estos espacios anclados a una característica biofísica particular también se le adhieren características simbólicas y profundas, ya que en estos lugares existe la presencia de seres y fuerzas espirituales. Estos espacios constituyen por tanto gran importancia como unidades ecológicas y como sitios con alta significación cultural.

Para el mapuche, el equilibrio y bienestar general del lugar habitado y sus elementos, es condición para la salud tanto social como individual, y la pérdida de dicho equilibrio es causa de enfermedades y conflicto. De acuerdo con Ibacache et al. (2001), cuando las personas viven en armonía consigo mismas, su familia, su comunidad, el medio ambiente y los seres espirituales en los que creen, se está en equilibrio completo y, por tanto, no hay síntomas ni signos de enfermedad. Por el contrario, cuando existe transgresión en alguna de esas dimensiones, las personas pierden sus capacidades de equilibrio y enferman.

La denominación del agua en mapudungün se hace a través del morfema ko, y respecto a los ecosistemas asociados al ko encontramos: menoko (sitio pantanoso y presencia de vertiente), trayenko (agua que corre, cascada o chorrillo) fotrako (pantano o barrial), wiñoko (lugar donde un río o estero da una vuelta), mallin (lugar inundado) y lewfu (río), entre otros. Otra forma de describir estos espacios es de acuerdo con la especie vegetal predominante en el lugar, identificando así el pitrantu (bosque de pitra), kilantu (bosque de kila) y riñintu o koliwal (bosque de koliwe) (Ceballos et al., 2012).

En la Región de La Araucanía existe una concentración de comunidades mapuches áreas donde se encuentran cuerpos de agua, como lo muestra la Figura 33. Aquí se tiene una gran concentración de comunidades en los sectores aledaños al Lago Budi en Puerto Saavedra (datos disponibles en SIIC CONADI).


Comunidades Mapuches de la Región de La Araucanía

Figura 33. Comunidades Mapuches de la Región de La Araucanía. Fuente: Elaboración propia en base de datos obtenidos de SITI CONADI.


Derechos de agua y el pueblo Mapuche

El agua se constituye como un componente vital y sagrado que permite la reproducción de la vida y que se conecta con dimensiones espirituales de alto contenido simbólico. Desde el conocimiento ancestral mapuche, el agua constituye un elemento central en la vida cotidiana. De acuerdo con las creencias y mitos referentes al origen su propio mundo, los mapuches sostienen que los dioses creadores destinaron un ngen a cada una de las entidades de la naturaleza. Así, las aguas tienen un ngen o ngenco, es decir, seres espirituales “dueños” que “cuidan” ciertos espacios.

Por tanto, existe una forma de proceder cuando se va a obtener agua o alguna planta medicinal asociadas a ciertos cuerpos de agua. De acuerdo con la cultura mapuche, los ngenco, muchas veces encarnados en entidades terrestres zoomórficas, corresponden a seres tutelares de los espacios de agua que cuidan, protegen y aseguran la supervivencia y bienestar del Mapu, permitiendo el equilibrio biológico y legitimando los principios de interacción respetuosa y de reciprocidad (Grebe, 2000).

En base a estas creencias y su contraste ante la relación con el agua en Chile surgen diferentes discrepancias. Por ejemplo, la cultura mapuche tiene como sustento la tierra y los recursos que están bajo y sobre ella se conciben como una totalidad. Aquí el territorio mapuche o wallmapu es un concepto que integra el agua, los bosques, animales y el subsuelo, resultando para ellos muy difícil concebir que el agua, que desde tiempos inmemoriales ha pasado por su tierra, le pertenece a otra persona o que deban inscribirla legalmente para poder usarla. Más aun, que las aguas ancestrales han sido legalizadas por otros y que ellos no tienen derecho a usarlas (Díaz y Elgueta, 2001).

Además, las comunidades mapuches sostienen su relación con el agua sobre la base de un respeto recíproco y entienden que el comportamiento de las aguas influye directamente en el comportamiento humano. En cambio, las poblaciones chilenas procuran imponer estructuras sobre el medio hídrico, y lo hacen sobre la base del aprisionamiento de los cuerpos de agua por medio de prácticas como la construcción de diques, presas y pozos, entre otros. Por el contrario, en la perspectiva indígena, el agua, junto con su carácter sagrado, es una corriente que lleva energía (Skewes et al., 2012). De esta manera, en el mundo indígena emerge un sentido religioso donde el fluir pasa a ser la condición básica de las cosas, muy diferente al mundo chileno, donde la sacralidad se encapsula en la arquitectura religiosa y el agua se conceptúa de modo jurídico, estableciendo derechos y concesiones que tienden a legitimar toda forma de entrampamiento.


[1] Ceballos, N., Alarcón, A., Jelves, I., Ovalle, P., Conejeros, A., Verdugo, V. (2012). Espacios ecológicoculturales en un territorio mapuche de la región de La Araucanía en Chile. Revista Chungará, 44 (2), 313- 323.

[2] Grebe, M. (2000). Relaciones hombre/naturaleza en la cultura Mapuche. Los Ngen: sus implicancias y proyecciones socioculturales. En IX jornada de alternativas religiosas en América Latina. Buenos Aires, Argentina.

[3] Sánchez, J. (2001). El Az Mapu o sistema jurídico mapuche. Revista CREA, Centro de Resolución Alternativa de Conflictos, Universidad Católica de Temuco, 2, 28-38.

[4] Skewes, J., Solari, M., Guerra, D., Jalabert, D. (2012). Los paisajes del agua: naturaleza e identidad en la cuenca del río Valdivia. Revista Chungará, 44 (2), 299-312.